«La dieta mediterránea, por desgracia, es hoy un mito. La gente come cada vez más alimentos poco saludables porque tienen detrás campañas de marketing muy potentes de las compañías que los producen. Es muy poco lo que nuestros niños pueden hacer para resistir ese marketing.»
Quien así se expresa es Franco Sassi, profesor de Economía y Política Sanitaria Internacional en el Imperial College de Londres y experto en obesidad infantil, en una entrevista que le hicieron en el periódico El País.
En Demos en PASO las declaraciones de este investigador italiano no nos pasaron desapercibidas y nos animaron a analizar el papel que tienen la industria alimentaria y publicitaria en el crecimiento de la obesidad en los últimos años.
Vaya por delante que en este artículo no nos proponemos señalar a la industria alimentaria y publicitaria como las principales causantes de lo que la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha calificado como una epidemia.
Porque, tal y como coincide en afirmar la comunidad médica y científica, la obesidad es una enfermedad compleja que depende de múltiples factores: genéticos, metabólicos, psicológicos, socioculturales, conductuales, etc.
Pero hemos creído necesario dedicar un artículo a analizar cómo la forma en que se produce, comercializa y promociona la comida influye en nuestras elecciones dietéticas y, en última instancia, en nuestra salud.
#1 La influencia de la industria alimentaria
La industria alimentaria desempeña un papel muy importante en la configuración de nuestras opciones dietéticas. Los alimentos procesados, altos en calorías, grasas saturadas, azúcares y sodio, son omnipresentes en los supermercados y en los establecimientos de comida rápida. Además de ser productos preparados para que sean agradables al paladar de los consumidores, con lo que se hace muy difícil resistirse a ellos, también tienen un coste bajo, de tal modo que suelen estar al alcance de todos los bolsillos.
Existe, pues, una demanda de este tipo de productos por parte de los consumidores, ya que se trata de alimentos listos para consumir, lo que les permite dedicar mucho menos tiempo que si cocinaran alimentos frescos desde cero. Y ya sabemos que, en la sociedad actual, donde todo va a un ritmo vertiginoso, el tiempo es oro.
Pero a la industria alimentaria también le interesa satisfacer esta demanda porque los alimentos procesados suelen tener una vida útil más larga en comparación con los frescos, lo que facilita el almacenamiento y la distribución a largo plazo.
Además, la producción en masa de este tipo de alimentos suele ser más rentable para las empresas alimentarias que la producción de alimentos frescos. Los productos procesados a menudo tienen márgenes de beneficio más altos y pueden ser fabricados a un costo relativamente bajo, lo que aumenta la rentabilidad para los fabricantes.
Y un tercer factor que explica el interés del sector en los alimentos procesados es que permiten un mayor control sobre la consistencia y la calidad del producto final. Así pues, los fabricantes pueden ajustar fácilmente los ingredientes y el proceso de fabricación para garantizar que cada lote de producto sea uniforme en sabor, textura y calidad, y ello incrementa la satisfacción del cliente y la fidelidad a la marca.
#2 El papel de la publicidad
La publicidad tiene una gran incidencia en la conformación de nuestras preferencias y hábitos alimentarios. Las empresas invierten grandes sumas de dinero en publicidad de alimentos, utilizando estrategias de marketing sofisticadas para influir en nuestras decisiones de compra. Los anuncios de alimentos suelen estar diseñados para ser atractivos y persuasivos, sobre todo aquellos de productos que van destinados a un público infantil y adolescente.
En muchas ocasiones los alimentos que se anuncian son productos altos en calorías, grasas y azúcares, pero con un bajo contenido nutricional, como, por ejemplo, refrescos, comida rápida, bollería y dulces. Estos productos suelen promocionarse por medio de eslóganes fáciles de memorizar y de personajes animados que atraen a los niños.
La publicidad de alimentos a menudo se asocia con emociones positivas, como la felicidad, la diversión y la celebración, así como con experiencias sociales placenteras. Estas asociaciones pueden llevar a las personas a consumir alimentos poco saludables como una forma de gratificación o para mejorar su estado de ánimo, lo que puede contribuir al aumento de peso.
Las estrategias publicitarias suelen dirigirse específicamente a grupos demográficos susceptibles, como niños, adolescentes y personas con bajos ingresos, que pueden ser más vulnerables a las influencias publicitarias y tener menos posibilidades de acceder a información nutricional y a opciones saludables.
#3 Regulación y responsabilidad social
En España se han establecido códigos de autorregulación para la publicidad de alimentos dirigida a niños, que prohíben la promoción de alimentos poco saludables en programas infantiles y establecen pautas para el contenido nutricional de los productos anunciados. Sin embargo, la efectividad de estos códigos de autorregulación ha sido cuestionada, y algunos defensores de la salud pública reclaman una regulación más estricta por parte del Gobierno.
En este sentido, cabe reseñar que en marzo de 2023 el Gobierno español publicó el borrador del decreto ley para regular la publicidad de alimentos y bebidas no saludables dirigida a niños y adolescentes. La norma incluye medidas como limitar la publicidad orientada a menores de 16 años de productos como el chocolate, los pasteles, las galletas, los zumos o los helados, es decir, los alimentos con alto contenido en sodio, azúcares, edulcorantes, grasas y ácidos grasos saturados.
Sin embargo, desde entonces la norma sigue paralizada. Tanto es así que el Gobierno ni siquiera la incluyó en el Plan Normativo Anual 2023, que recoge las leyes que van al Consejo de Ministros.
A nivel europeo, la Comisión Europea ha desarrollado directrices sobre publicidad de alimentos dirigida a niños, instando a los estados miembros a tomar medidas para limitar la publicidad de alimentos poco saludables y promover una alimentación sana entre los jóvenes. Además, se están discutiendo propuestas para establecer estándares más estrictos para la publicidad de alimentos dirigida a niños con el fin de proteger su salud y prevenir la obesidad infantil.
Además de la regulación gubernamental, también hay empresas alimentarias que desempeñan un papel en la promoción de hábitos alimentarios saludables. Algunas compañías han tomado medidas para reformular sus productos y ofrecer opciones más saludables, mientras que otras han implementado programas de responsabilidad social corporativa para promover la actividad física y la educación nutricional.
#4 Desafíos futuros
El abordaje de la obesidad como epidemia requiere un enfoque multifacético que abarque la acción política, la educación y la conciencia pública.
De la acción política, necesaria para establecer una regulación, ya hemos hablado en el apartado anterior.
La educación nutricional es básica para contribuir a que las personas tomen decisiones informadas sobre su dieta y estilo de vida. Ello incluye enseñar habilidades para la selección de alimentos saludables, la planificación de comidas y la interpretación de las etiquetas nutricionales.
En este sentido, es también muy importante a la hora de educar a los más pequeños cuidar los menús escolares. Para ello hay que promover la presencia de verduras, legumbres y fruta en detrimento, por ejemplo, de los fritos y los postres lácteos azucarados.
Otra asignatura pendiente es la de las máquinas de vending, que suelen atraer el interés de los niños. Aunque se ha intentado incorporar alimentos frescos, como, por ejemplo, frutas cortadas o tarrinas de humus, la propia inminencia de la caducidad y la baja demanda los convierte en productos caros en comparación con los industriales y con escasa presencia.
La concienciación sobre los efectos adversos de los alimentos poco saludables y la publicidad engañosa es otro factor clave. Hay que educar sobre la relación entre la alimentación y la salud, incluidos los efectos de una mala alimentación en el riesgo de enfermedades crónicas como la obesidad, la diabetes, las dolencias cardíacas y ciertos tipos de cáncer.
Para ello, son necesarias campañas de sensibilización pública y un mayor control de las prácticas de la industria alimentaria y publicitaria, con lo que volvemos de nuevo a la acción política.
En conclusión, podemos afirmar que la industria alimentaria y la publicidad de alimentos han contribuido de algún modo en el incremento de la de obesidad en los últimos años.
Si bien se han implementado medidas regulatorias para limitar la publicidad de alimentos poco saludables y ha habido una sensibilización por parte de algunas empresas alimentarias a la hora de producir alimentos más sanos, todavía son muchos los desafíos que persisten en la aplicación y la efectividad de estas políticas y en el papel de la industria alimentaria.
No hay que olvidar, sin embargo, que la obesidad es una enfermedad compleja que requiere un enfoque integral que aborde no solo la producción y la publicidad de alimentos, sino también otros factores determinantes, como el acceso a alimentos saludables, la educación nutricional y el entorno alimentario.
En definitiva, sin políticas coordinadas y medidas de salud pública no se podrá abordar eficazmente el aumento de la obesidad y proteger la salud de las generaciones futuras.
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pues estar de lelo en la tablet, la laptop y el celular contribuye a la lonja
mueve tu obeso cuerpo y ve a la tiendita, no pidas en linea comodino