El calor ya está aquí y las playas y las piscinas se llenan de cuerpos necesitados de baños refrescantes, vitamina D y tiempo de ocio y relax.
Según los cánones de belleza que predominan en la sociedad de la imagen en la que vivimos, aquellos que han hecho los deberes durante el cada vez menos duro invierno, sudando en el gimnasio o en el asfalto, lucirán cuerpo y serán la envidia del resto de mortales.
En el lado opuesto, a aquellas personas a quienes aún les queda mucho trabajo por hacer, siempre según los estándares estéticos impuestos socialmente, los astros, con el Sol al frente, se aliarán a su favor para que se pongan al día en un tiempo récord con la archiconocida “operación bikini”.
Dicha expresión, que ya de por si es desafortunada porque tiene una connotación sexista, contribuye también a ejercer una presión estética sobre algunas personas, sobre todo chicas jóvenes, que puede derivar en trastornos relacionados con la alimentación.
En Demos el PASO nos hemos provisto de todos los bártulos playeros habidos y por haber y nos hemos tumbado en la fina arena de una playa de nuestro mar Mediterráneo con el firme propósito de contribuir a erradicar dicha expresión tóxica de nuestro repertorio léxico preveraniego.
Sin más preámbulos, protegidos de los intensos rayos de sol por una agradable sombrilla, te invitamos a sumergirte en las refrescantes y calmadas aguas de nuestro texto.
Pero no te confíes en exceso, porque el tema se las trae y en cualquier momento puede llegar una ola que te dé un buen revolcón.
#1 A vueltas con la dichosa “operación bikini”
La expresión “operación bikini” forma parte de nuestro repertorio léxico desde hace muchos años. Seguro que quien escribe este artículo o tú mismo, que lo estás leyendo, la hemos utilizado alguna vez. En la oficina. En la universidad. En casa. Con nuestros amigos. Con nuestros vecinos.
—Venga, cómete un bombón, que hoy es mi cumpleaños.
—Uy, gracias, pero no me conviene, que estoy en plena operación bikini.
—¿Por qué no salimos a comer unas pizzas esta noche?
—Ya me gustaría, pero es que acabo de empezar la operación bikini.
La publicidad ha tenido un papel muy importante en la consolidación de esta expresión. Y la sociedad del culto a la imagen, con las redes sociales como correa de transmisión, no ha hecho más que alimentarla.
A pesar de que hoy en día son cada vez menos las marcas de productos que supuestamente ayudan a adelgazar y los centros que ofrecen tratamientos milagrosos para perder peso en pocos días que recurren a esta denominación, una simple búsqueda en Instagram nos permite ver que su uso todavía está bastante extendido.
Por fortuna, en el otro lado de la balanza, cada vez son más los que advierten de la toxicidad de dicha expresión y de los peligros que representa.
Los especialistas no se cansan de dar mensajes de alerta cuando los medios de comunicación les requieren para hablar de este tema. Y en internet se pueden encontrar numerosos artículos en los que se advierte de los peligros de esta práctica y en los que se nos invita a erradicarla de nuestro lenguaje y de nuestro imaginario.
Sin ir más lejos, el Ministerio de Igualdad del Gobierno de España lanzó el pasado verano una campaña, bajo el lema “El verano también es nuestro”, en el que mostraba a varias mujeres con cuerpos diferentes en bañador y traje de baño en la playa.
El objetivo de la campaña era poner en valor la diversidad de cuerpos y luchar contra la estigmatización social, un mal a erradicar al que contribuye, sin duda, la llamada “operación bikini”.
#2 El bikini como síntoma
Pues sí. Tal y como reza el título de este apartado, el bikini, parte esencial de la expresión “operación bikini”, como síntoma de una sociedad patriarcal y machista que ejerce una presión estética, a veces difícil de conllevar, que pone el foco en las mujeres.
“Desde siempre, la operación bikini ha estado dirigida a las mujeres”, afirma la escritora y articulista Juana Gallego, experta en género y comunicación, en un artículo publicado en el web de Onda Cero.
“Apelar a esta expresión es recordar que las mujeres tenemos que someternos a una dieta o a hacer ejercicio para que podamos ir a la playa con el cuerpo adecuado”, añade la autora de la novela Muere una mujer (Luces de Gálibo, 2021).
Para Gallego, “hay una auténtica guerra simbólica contra las mujeres que las obliga a ser perfectas físicamente. El acento se pone, sobre todo, en el aspecto, nunca en las capacidades intelectuales o de otro tipo. Casi ninguna puede llegar al modelo ideal de delgadez y juventud permanente, y eso hace que casi siempre haya que estar a dieta”.
En un artículo de Silvia Lorente publicado en la revista Cosmopolitan, la psicóloga María G. López afirma que “la presión de encajar en un canon es más agresiva con nosotras”.
Según López, “la sociedad nos ha ‘obligado’ en tiempos modernos a cumplir con unas reglas por el mero hecho de ser mujer: mejor si estamos depiladas, maquilladas y peinadas, y adelgazamos para tener curvas”.
Aunque López reconoce que en los últimos tiempos ha habido una cierta relajación en las campañas publicitarias con la inclusión de la diversidad corporal, para ella “la estética ‘90-60-90’ tiene aún mucho calado en la sociedad, sobre todo cuando llega el verano y se emiten esos mensajes que parecen inocentes, pero no lo son”.
La actriz y directora Júlia Barceló, que considera que las grandes culpables de la presión estética son las empresas de estética y de moda, advierte que cada vez más los hombres también están en el punto de mira:
“La presión estética es un producto del capitalismo y del patriarcado, y los hombres también reciben presión estética”.
Para esta activista contra la presión estética, autora de Operación Bikini (Editorial Flamboyant, 2021), la inclusión de los hombres como objetivo de la presión estética “no deja de ser parte del engranaje mercantilizante que dice: a las mujeres ya las hemos molestado durante muchos años, se han depilado, se han operado, ahora necesitamos abrir mercado y lo vamos a hacer con los hombres, que tienen que ser más cachas, con menos pelo en el cuerpo, más cremas…”.
#3 Con la “operación bikini” no se juega
La “operación bikini” y todo lo que representa no solo es tóxica porque tiene una connotación sexista, sino también porque, tras un mensaje que parece inocente, esconde múltiples riesgos y peligros que pueden ser muy dañinos para la salud de las personas.
Al tener el foco en la apariencia, la “operación bikini” puede generar una presión estética innecesaria y alejada de la realidad, afectar de forma negativa a la autoestima de las personas y generar sentimientos de insatisfacción y culpabilidad hacia el propio cuerpo.
La “operación bikini” promueve una mentalidad a corto plazo, donde la meta es lograr un cuerpo perfecto en un período de tiempo reducido, y cabe reseñar que este no existe.
Además, este enfoque rápido puede llevar a obtener resultados temporales y poco sostenibles. Así mismo, puede favorecer una mentalidad de todo o nada, en la que las personas se privan de determinados alimentos o se exigen demasiado en el ejercicio, algo que no es saludable ni beneficioso a más largo plazo.
Todas estas prácticas pueden resultar perjudiciales para la salud y causar problemas de cierta gravedad como deficiencias nutricionales, desequilibrios hormonales o trastornos alimentarios.
Si existe un sector de población que sufre este tipo de presión social y mediática, este es el que se incluye en la franja de edad que va de los 15 a los 29 años. Es decir, uno de cada cinco chicos y chicas de esta edad (un 18,9 %) se somete a dietas para adelgazar, según datos del Barómetro Juvenil del Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud.
La consecuencia principal de todo ello es el desarrollo entre estas chicas y chicos de problemas de salud mental como ansiedad o Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA).
Tal y como explica Irene Lira, especialista en TCA, en Onda Cero, “el comienzo de esta dieta es un intento de dar solución a problemas emocionales más profundos, como miedos, traumas, inseguridades y/o problemas vinculares”.
En la misma línea se muestra la nutricionista Carlota Acosta, que define la “operación bikini” como “una tendencia cíclica anual que se convierte en un detonante y que daña la autoestima de las personas más susceptibles y con cierto historial de inmersión previa en la cultura de la dieta, sobre todo aquellas con cuerpos más diversos y fuera de la normatividad”.
Por todo ello, el psicólogo Alejandro Pereira recomienda que la mejor forma para dejar de pensar que no tenemos un “cuerpo de bikini” es “trabajar nuestro amor propio y, a partir de ahí, si queremos cambiar algo de nuestro cuerpo, hacerlo con la ayuda de profesionales y sin prisas”.
#4 ¿Te vienes a la playa?
La playa, la piscina o cualquier zona de baño que se preste están para su uso y disfrute. Más aún, en estos últimos tiempos, en los que el calor es sofocante y estos espacios actúan como refugios climáticos.
Algunas de las normas que hay que cumplir en la playa son, por ejemplo, seguir al pie de la letra las advertencias sobre el estado del mar y mostrarse respetuoso y educado con el resto de personas usuarias.
Más allá de ello, si llevas traje de baño, bañador, bikini, trikini, microkini, tanga…, o si no llevas nada, ya es cosa tuya. Tu cuerpo es tuyo y nada ni nadie debe decirte con qué atuendo tienes que ir a la playa.
Cada cuerpo es único y la diversidad de formas y tamaños es algo natural y positivo en sí mismo. En lugar de buscar una “operación bikini”, es mucho más valioso tener una actitud positiva hacia uno mismo y cuidarse durante todas las estaciones del año.
Así pues, no hay excusa que valga.
Y a quien no le guste, ajo y agua.
¿Te vienes a la playa?